El arma más potente sin duda no es la mente.
Y con esta rima inoportuna trataré que se
despeje toda duda, conservando el misterio que abriga cualquier pasión.
El tigre no piensa ni ataca con balas.
El tigre se mueve con velocidad, bailando la antigua danza de su especie.
En su potente mirada viven los tigres de ayer, de hoy y de mañana.
El animal es puro colmillo. Y en el colmillo chorrea sangre caliente.
Es difícil seguir su huella, pero se encuentra.
Ahí, en lo profundo de la noche, cuando casi todas las bestias duermen. Es justo ahí cuando el tigre respira y acelera su jadeo.
En la cegera absoluta, él huele el sabor de la muerte y ruge.
Comprende el preciso sentido de la armonía y una vez más, el equilibrio depende de él, de su garra afilada.
El tigre no duerme un sueño profundo como el resto de las bestias.
Eso lo mantiene vivo, alerta, en vigilia y visceversa.
El tigre es puro poder, oculto bajo esas pieles llenas de manchas. Vos también.
Corazón, de más está decir que el arma más potente no es la mente, sino vos.
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