Martes, 23.30 horas, en la calle ya no hay nadie, sólo un grupo de chicos en una esquina oscura. Desde el balcón miro el cielo sin estrellas ni luna y pienso en la noche silenciosa de esta ciudad que cada vez está acostandose a dormir más temprano. Recuerdo una buenos aires nocturna con mucha vida, en la cual era impensable sentir miedo frente al calor de la noche. Hoy parece que hasta la misma noche se ha olvidado de abrigarnos y creemos que estamos en peligro permanente.
De repente, el pensamiento es sacudido violentamente por una prueba irrefutable que confirma lo pensado. En la otra esquina, dos autos danzan en trompos interminables al compás de una música siniestra de chapas y metales. El choque sacude la noche, y en menos de 5 segundos, los balcones se poblan de almas sedientas de emociones. Los mismos chicos que estaban en la otra esquina, a una cuadra de distancia emprenden una carrera, para ellos excitante, hacia el lugar donde se produjo el choque. Escucho sus voces y veo salir más almas pero ya desde los edificios y casas, cámara de fotos en mano. Ninguno siente dolor o pena por lo que pasó, ni sale con un botiquin en la mano. Sino que van en busca de una foto o video descarnada, en lugar de ir en auxilio de nadie. Los chicos que corren van contentos, con sonrisas en sus caras, gritando como si algo emocionante estuviese ocurriendo. Las almas tristes de los balcones, esbozan facciones de sorpresa. Todos ellos están asistiendo a un capítulo en vivo de lo que están acostumbrados a ver por la caja boba. Y eso para ellos es emocionante. La ficción que consumen día y noche se ha transformado en realidad por unos instantes. Triste realidad en la cual no disciernen entre una tragedia verdadera de la tragedia de un espectáculo. Están acostumbrados a que ambas sean sinónimos bajo el filtro morboso de la caja boba.
Las tragedias griegas, sin duda, eran tragedias, pero no dejaban de ser ficción. Si esa tragedia ocurría en la vida real, dudo que alguien sintiese la misma emoción que podía sentir al leer una de ellas.
Ya no diferenciamos entre la ficción y la realidad. El morbo se ha instalado como un sentimiento o una emoción compartida. Y claro, lo cotidiano se vuelve trivial en estos mares sin aventuras reales, totalmente carentes de sangre y espíritu.
Algunas almas van perdiendo su luz, y se convierten en vampiros, deseosos de sangre ajena, sin sangre propia para encaras sus propias aventuras. Así desean solamente que nuevas tragedias se sucedan frente a sus ojos espectadores, pasivos y morbosos. No se atreven a vivir sus propias vidas, y quieren seguir comiendo pochoclo desde sus cómodos sillones. Han aprendido eso. Han vivido así y no tienen sangre que active una voluntad de cambio.
La noche oculta sin dudas misterios que el día con su voracidad devora.Me pregunto cuántas almas nobles de ánimo, espíritu y fuerza nos quedan. Me pregunto si están predestinadas a seguir el camino del pochoclo y si matarán por ver sangre al igual que estos chicos que corren cámara en mano.
La cuna de las miserias sin dudas se mece en el alma.
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A mí me gusta cuando Adán habla de amor...
ResponderEliminarMi estimado Adán, permítame el atrevimiento...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=7KXmS9N3Ru0